martes, 26 de agosto de 2008

Prejuicios...

Cada uno de nosotros tiene una forma de ver la vida. Cuando se ha sido educado de manera tolerante e inclusiva uno esta más abierto y presto para aceptar ‘lo diferente’, ‘lo nuevo’, ‘lo poco convencional’. Sin embargo, cuando alguien ha sido educado en un ambiente lleno de reglas, algo cuadriculado, en el cuál lo que se ‘debe hacer ‘ ha sido previamente establecido, nos es más complicado romper con este patrón.

Simplemente vamos por el mundo viviendo nuestras vidas como nos ha sido inculcado (si es que somos obedientes) o como no debería ser (si somos rebeldes).
La segunda clase de personas somos las más propensas a ser prejuiciosas, pero es simple serlo porque es la salida más natural. El hecho de generalizar actitudes y comportamientos o etiquetar a las personas por una acción que realizaron, un comentario o un gesto que hicieron.

Yo lucho con mis ‘demonios internos’ y trato de romper con ese tipo de actos, pero créanme que es complicado y requiere de mucha fuerza de voluntad y además de una buena dosis de ‘ubicaina’.

El hecho de tener cierta forma de pensar no nos da derecho a juzgar a los que no nos siguen, el tener diversidad es lo que le proporciona a la convivencia más matices y llena el mundo de diferentes colores. Quizás al buscar la perfección terminemos quedándonos absolutamente solos como el fama de la historia.

La cucharada estrecha (Julio Cortázar)

Un fama descubrió que la virtud era un microbio redondo y lleno de patas. Instantáneamente dio a beber una gran cucharada de virtud a su suegra. El resultado fue horrible: esta señora renuncio a sus comentarios mordaces, fundo un club para la protección de alpinistas extraviados, y en menos de dos meses se condujo de manera tan ejemplar que los defectos de su hija, hasta entonces inadvertidos, pasaron a primer plano con gran sobresalto y estupefacción del fama. No le quedo mas remedio que dar una cucharada de virtud a su mujer, la cual lo abandonó esa misma noche por encontrarlo grosero, insignificante, y en todo diferente de los arquetipos morales que flotan rutilando ante sus ojos.

El fama lo pensó largamente, y al final se tomó un frasco de virtud. Pero lo mismo sigue viviendo solo y triste. Cuando se cruza en la calle con su suegra o su mujer, ambos se saludan respetuosamente y desde lejos. No se atreven siquiera a hablarse, tanta es su respectiva perfección y el miedo que tienen de contaminarse.



3 comentarios:

Ixone dijo...

Hola!
Gracias por pasarte por mi blog y comentar. Muy chulo el fragmento que has dejado, es muy interesante.
La canción también estupenda y en cuanto a lo que has escrito comparto tu opinión en bastantes aspectos.
Un besote!

Nicolas Castello Arallano dijo...

hola....

pasando a visitarte denuevo :)
ah ! q linda sorpresa tienes mi logo :D tamibne are una lista de mis blog favoritos y tendras un lugar ;)

bueno que estes bien ! :)

Luis Navarro dijo...

Me parece que las personas crecen de una manera determinada mientras se mantienen bajo el techo de sus padres... una vez que sales a las calles, a la universidad donde te vales por ti mismo, ya depende de ti mismo mantenerte firme (por no decir estancado) en tus creencias... o notar que a veces el mundo funciona de una manera de la que uno no imagina...

Excelente post Rosita ^^ feliz día una vez mas